El Acorazado Potemkin

Por Luis Manuel Fuentes

Gracias a que en algún momento del desarrollo de la civilización moderna ciertos gobernantes creyeron que las conciencias pueden moldearse machacando tozudamente un mensaje usando los recursos que la modernidad ponía a su alcance, hoy podemos disfrutar de algunas creaciones que trascendieron su condición de meros panfletos propagandísticos. A diferencia de la insufrible “Boinas verdes” de 1968, co-dirigida por el mismísimo adalid del american way of life, John Wayne, el filme que comentamos esta semana, “El Acorazado Potemkin”, es considerado una obra de arte y uno de los mejores trabajos en la historia del cine.

La película, escrita en 1925 por el eterno rebelde Sergei Eisenstein, a petición del gobierno soviético, relata la sublevación de la marinería del acorazado Potemkin en 1905 y cómo el régimen zarista la aplastó a sangre y fuego. Claramente, como buen panfleto fascistoide, no pierde tiempo apegándose a los hechos y aún así la genialidad de Eisenstein como director y Tissé, como director de fotografía, deja a nivel de anécdota las motivaciones originales que llevaron a su realización. Total, a estas alturas el fondo de la trama no es lo más importante.

Es notable como una película de hace tanto tiempo mantenga el nivel de influencia de “El Acorazado Potemkin”, presente en numerosos filmes contemporáneos cuyos directores, impúdicamente, recrean una y otra vez la escena de la escala de Odessa y el coche descendiendo sin control, seguido por una cámara en travelling que se desplaza junto con el sujeto de la acción, en una audacia del lituano Eduard Tissé, sin precedentes para la época.

Es, precisamente, la fotografía uno de los más notables hitos de esta obra. Tissé, fiel seguidor del impresionismo pictórico, aplica toda la fuerza del contraste luz/sombra para dar dramatismo a una obra muda, recurriendo a otra técnica nunca antes usada como es el intercambio de lentes en vez de cambiar cámara, lo que facilitaba el foco diferencial, para realzar la fuerza del primer plano.

El tratamiento de los ángulos y de la luz de Tissé permitió a Eisenstein dar vida a su obra, introduciendo el montaje activo para estructurar su relato. Esto, que parece jerga de iniciados, no es más que la construcción de la progresión de la historia en base a la fuerza de la toma, como artefacto individual, muy parecido a lo que todos podemos hacer con el popular movie maker para crear videos en base a fotografías estáticas. Las películas del director John Woo, como Misión Imposible, son un tributo constante a Sergei Eisenstein.

En el fondo, esta es una invitación que le hago para que asista a una clase de fotografía, de montaje y, en definitiva, a que aprenda a ver el cine.

 

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